jueves, enero 22, 2009

TEXTO

La toma de posesión de Obama
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La promesa del cambio, las reglas del sistema. . . y la verdadera revolución que necesitamos
Las esperanzas cifradas en la presidencia de Barack Obama están por las nubes
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No es de extrañarse. No hace mucho que chusmas de blancos furibundos se reunían en el Norte de este país para quemar las casas de cualquier familia negra que intentara mudarse a su barrio o manadas de ellos se reunían en el Sur para llevar a cabo horrendos asesinatos de negros por linchamiento y luego se jactaban de ello. . . en tal país un candidato negro ganó el cargo más alto. En una sociedad en que la discriminación en la educación y el empleo todavía mantiene la tasa de desempleo de negros al doble de la de blancos... en que uno de cada nueve varones negros está preso y en que un hombre joven de tez negra o café corre el peligro de ser asesinado sin razón cada vez que se encuentre con la policía... pronto Barack Obama prestará juramento como ejecutivo en jefe —y comandante en jefe— de esa misma sociedad.

Así que en estos días se puede oír: “Es un nuevo Estados Unidos”. Otros incluso lo llaman una “revolución”. Incluso los más sobrios dicen: “Bueno, no cambiará todo y puede que no cambie mucho... pero hay que admitir que algo grande ha pasado aquí”. Aunque no se acabe la noche larga y oscura, dicen algunos, la elección de Obama les da la esperanza de que se esté naciendo una nueva alborada.

Bueno, sí, algo grande ha pasado. ¿Pero qué?

¿Rescatar el sueño de Estados Unidos?
La creencia generalizada de que estas elecciones señalan un punto de viraje o aun una reafirmación de la historia y sociedad norteamericanas la está pregonando en primer lugar el propio Obama, quien declaró en el discurso de la noche de victoria: “Si alguien está presente que aún duda que Estados Unidos sea un lugar en que todas las cosas son posibles; quien aún se pregunta si en nuestros tiempos aún está vivo el sueño de nuestros fundadores; quien aún cuestiona el poder de nuestra democracia, esta noche da la respuesta”.Bien, es cierto que muchas cosas son posibles en Estados Unidos. Es posible en Estados Unidos el genocidio de los colonos europeos contra los pueblos indígenas que ya vivían en América del Norte, unos colonos que luego se declararon los constructores de una “luminosa ciudad en la colina” y “la mejor y última esperanza de la humanidad”. Es posible en Estados Unidos el rapto de más de diez millones de africanos y la esclavización de estos y sus descendientes por 250 años, su explotación para generar las grandes riquezas de este país, y luego el sometimiento de sus descendientes a nuevas formas de opresión y superexplotación, y las bravatas simultáneas de que “el sueño de nuestros fundadores” se basan en el principio de que “todos los hombres son creados iguales”. Es posible en Estados Unidos librar y patrocinar las guerras y golpes de estado militares de los últimos 150 años que han dejado un saldo humano sin par en ninguno de los monstruosos e infames imperios del pasado y luego declarar, tal como dijo Obama en su discurso, que este mismo país es el más grande garante de “la paz y la seguridad” del mundo, y al mismo tiempo afirmar que “derrotaremos” a cualquiera que se oponga a lo que él llamaba la “nueva alborada del liderazgo norteamericano”. Es posible en Estados Unidos subordinar a economías de países enteros a las exigencias y los dictados del capital estadounidense; y luego es posible superexplotar a los pobres de esos países que por desesperación se ven obligados a buscar trabajo en Estados Unidos, y a su vez satanizarlos y decir que son la causa de las penurias de los demás. Es posible torturar a nombre de la “seguridad”, y a la vez declarar al mundo que no se hace.

Pero, es obvio que otras cosas NO son tan posibles en Estados Unidos. NO ha sido posible en Estados Unidos eliminar concretamente las estructuras de la supremacía blanca y la opresión de pueblos enteros. NO ha sido posible parar los repetidos asesinatos sin sentido de negros, latinos y otra gente de color por la policía —con el más reciente incidente este mismo mes en Oakland, California, donde la policía mató a balazos a un aprendiz de carnicero de 22 años, Oscar Grant III, mientras estaba tendido bocabajo y esposado. NO ha sido posible en Estados Unidos dejar de mandar soldados, espías de la CIA y comandos por todo el mundo, ni ha sido posible evitar, entre otras cosas, la matanza de 40 civiles en una fiesta de bodas en Afganistán el día antes de las elecciones que pusieron en el poder a un tipo que ha prometido mandar de 20 a 30 mil más soldados para invadir a ese país torturado y agobiado. NO ha sido posible en Estados Unidos superar concretamente la subyugación de las mujeres en toda esfera social, ni acabar con la satanización y la sistemática discriminación contra las personas gay. NO ha sido posible en Estados Unidos parar el desbocado saqueo y expoliación del mismo planeta en que vivimos. NO ha sido posible en Estados Unidos superar la asfixiante enajenación de la vida cotidiana para la mayoría de la población, ni la decepción de ver que se frustren los mejores esfuerzos en el caso de muchas de las personas que quieran dedicarse a mejorar la situación.

Es obvio, a pesar de las declaraciones de Obama en sentido contrario, que todas las cosas no son posibles en Estados Unidos — y algunas cosas malas y feas sí son posibles, pero parecen ser “lo normal” en Estados Unidos. Así que, sí, “el cambio viene”, pero quizás debamos preguntar un poco más fuertemente: ¿qué tipo de cambio?

El sistema tiene reglas
La verdad es esta: aunque Barack Obama tuviera las mejores intenciones del mundo... aunque de hecho fuera en secreto un radical decidido a utilizar el sistema para beneficiar al pueblo... aunque todos los reaccionarios a que ya ha puesto en su administración fueran un artificio astuto que esté utilizando para arrullar al enemigo hasta dormirlo para poder revolucionar a Estados Unidos tras bambalinas... no podría hacerlo.

WLo que se ha demostrado que es posible —y lo que NO se ha demostrado que es posible— no tiene nada que ver con “la naturaleza humana” ni “la responsabilidad personal”... y mucho que ver con el sistema que se estableció para asegurar “los sueños de nuestros fundadores”. Decir que este es un sistema no es maldecir; simplemente quiere decir que hay reglas en el juego y si no se juega según esas reglas, el juego no funciona. Lo que tenemos que hacer es examinar esas reglas y a lo que dan origen.

La regla número uno de este sistema es que nada pasa sin que alguien pueda obtener ganancias. ¿De donde provienen esas ganancias? La clase capitalista, el puñado relativo de personas que son los dueños de los medios de producción (tierra, recursos, fábricas, etc.) y los controlan, extrae esas ganancias al proletariado, la clase internacional de personas que no es dueña de nada salvo su capacidad de trabajar y por eso tiene que trabajar para otros para sobrevivir. De los pequeños niños en Pakistán, cosiendo con los deditos pelotas de fútbol las 20 horas al día... a los campesinos mexicanos expulsados de sus tierras que se arriesgan la vida en los calorones del desierto sofocante de Arizona en una búsqueda desesperada de trabajo... a los mineros que apenas pueden respirar debido al polvo del carbón en los pulmones... a las personas, jóvenes y grandes, que recorren las calles de todas las ciudades del mundo, en espera de encontrar trabajo..., el capitalismo solamente puede vivir, como Drácula, pulverizando la sangre, tejidos y sueños de miles de millones de personas a cambio de generar ganancias para un puñado de personas. Este proceso, repetido miles de millones de veces al día, amontona riqueza y poder por un lado, y miseria y desesperación por el otro. Esta es explotación, y es el corazón palpitante del sistema bajo el cual vivimos. Cuando sus propias barreras intrínsecas empiezan a dificultar la explotación como está pasando hoy de formas muy agudas, se echan a un lado como basura a aquellos miles de millones que producen esa riqueza y que sufren lo peor.

La regla número dos es que los capitalistas individuales (o los “bloques de capital”) tienen que luchar entre sí para mantenerse a flote. Aquellos capitalistas que no se expandan constantemente corren el peligro de ser destruidos por otros. A veces esto se manifiesta en dramáticos sucesos como los de hoy, en que grandes corporaciones se derrumban o se venden. A veces se manifiesta en horrorosas guerras de matanza, entre imperios o para subyugar más a los oprimidos. Pero la regla subyacente es la misma: expandirse o morir.

Finalmente, la regla número tres: es necesario hacer que claudique y quede aplastado todo lo que impide que Estados Unidos sea el imperio número uno en el mundo.

Estas reglas básicas determinan lo que es posible o no lo es en Estados Unidos. Aquellas son las reglas que rigen la sociedad norteamericana y le dan forma. Aquellas son las reglas que motivan cada institución opresiva y cada atrocidad en la sociedad, de manera muy directa o en última instancia.

Y aquellas son las reglas que Barack Obama tiene que seguir y hacer cumplir, y lo hará. Todo lo que Barack Obama hace —cómo utiliza el enorme ejército a su mando; quién logra entrar a la espeluznante red de prisiones que controla; qué formas de programas económicos se emprenden, con qué consecuencias para qué clases y grupos de personas— todo esto se decidirá de acuerdo a esos términos.

¿Y qué pasaría si Obama sí intentara cambiar “las reglas del juego”? Dentro de poco si es que ocurriera, el juego no podría continuar. Y si uno es tan tonto de modo que no vuelva a acatar inmediatamente las reglas, los que verdaderamente controlan la situación lo van a sacar del juego.

El verdadero programa de Obama
Pero la pura verdad es que Barack Obama NO piensa llevar a cabo ningún cambio radical, al menos ningún cambio radical para el bien. Ni siquiera lo promete. Habla de “rescatar” la estructura económica capitalista. Habla de enviar a miles de tropas más a través del mundo para fortalecer la dominación norteamericana sobre otros pueblos y tiene planes para hacerlo. Las matanzas en Gaza no suscitan ninguna crítica de Obama y no hay ninguna duda en absoluto de que va a “cumplir su compromiso de apoyar a Israel” — lisa y llanamente: apuntalar y utilizar a Israel como el perro de presa norteamericano en el Medio Oriente y justificar y defender todo crimen que Israel lleve a cabo. El papel de Obama será darle un nuevo cariz a las políticas fundamentales las que miles de millones de personas de todo el mundo y de este país llegaron a despreciar en la persona de George W. Bush: las guerras por imperio basadas en mentiras y la represión cruel y generalizada no solo en este país sino a través del mundo. Y al grado en que Obama cambie algunas políticas de Bush —y es muy probable que lo haga—, o descartará las cosas que “no han funcionado” (es decir, para el imperialismo) o mantendrá alguna credibilidad y apoyo de varios sectores de la población (en este país y en el mundo) para las políticas que corresponden a las necesidades generales del imperio.

Lo que hace aún más peligrosa esta situación es precisamente la capacidad de Obama de manipular las esperanzas y los ideales de los que han odiado y se han opuesto a los crímenes y atrocidades que han ocurrido por generaciones, así como los que han llegado a odiar con razón a Bush en particular. Todas estas personas anhelan vivir en una sociedad mejor, más justa y positiva. Sí, Obama les pide servir a algo más elevado que su propio interés personal, pero pronto encontrarán que el servicio a lo que los están llamando es a fortalecer el imperio, no a liberar a los que ese imperio oprime. Algunos comparan a Obama con John F. Kennedy (JFK), quien dijo: “No preguntas qué puede hacer tu país para ti, sino qué puedes hacer tú para tu país”. Pero muchísimas personas se olvidan que JFK envió a los que se inspiraban por esas palabras a matar y a morir en una guerra genocida por imperio en Vietnam o a servir al imperio de otras formas. Ese NO es el futuro a que deberías querer. De hecho, ESTE ES UN FUTURO A QUE DEBERÍAS RESISTIR, EMPEZANDO AHORA MISMO.

Hay otra ironía cruel en el ascenso de Obama. La estructura de poder ha propagado el mensaje de que la victoria de Obama demuestra que el racismo efectivamente ha desaparecido de la sociedad estadounidense. En su campaña, Obama se negó a hablar de la discriminación y la opresión duras que el pueblo negro sigue padeciendo en toda esfera de la vida norteamericana. Al contrario, dio discursos en que vilipendió a los jóvenes negros por una falta de “responsabilidad personal”. Y muestra indiferencia y de hecho encubre las verdaderas estructuras de supremacía blanca en este país, las que se manifestaron tan crudamente en el citado caso de Oscar Grant III. Al hacerlo, Obama hace que las víctimas de la supremacía blanca sean objeto de satanización, encarcelamiento y cosas aún peores cuando se topan con la realidad de la vida en Estados Unidos. Este sistema no tiene ningún futuro para las masas de jóvenes negros. Lo que ahora es diferente es que la estructura de poder ha establecido a alguien que sí llegó al cargo más alto del país a fin de culpar y, sí, oprimir a estos jóvenes.

A los que antes tenían mejores criterios pero ahora dicen que Obama les hace “sentirse bien” ser un estadounidense: hay un sinfín de cosas que son muy malas para uno a largo plazo pero que le hacen a uno sentirse bien ahora mismo. Por ejemplo, la cocaína. Con la coca uno se siente muy bien y le hace a uno creer que puede lograr maravillas. Uno les dice a los que le lancen advertencias: “No se preocupen, puedo manejarlo” y luego uno se enoja porque no le dejan disfrutar el toque. Y luego uno se encuentra haciendo pendejadas que jamás habría creído que pudiera hacer y se pregunta cómo sucedió.

El sistema en crisis
Así que, sí, es significativo, muy significativo, que Obama ha llegado a ser presidente. Pero no por las razones que tal vez uno crea. Aquellos que toman las decisiones que determinan el rumbo de la situación consideran que estos son tiempos peligrosos para el imperio. Su “guerra contra el terror” ha sufrido reveses y perdido el apoyo de mucha gente. Pero precisamente por eso ahora su “necesidad” de imperio los impulsa a llevar a cabo aún más agresión, de Afganistán a Irán, de Palestina a Pakistán, a quién sabe qué otro lugar. Están hasta el cuello en la peor crisis financiera en al menos 80 años, en que la gente vive tremendas penurias y el mismo capital se enfrenta a obstáculos concretos para la expansión. Y para colmo, hay una generalizada pérdida de confianza en el gobierno y una enajenación del mismo, y una “crisis de sentido” en la vida de la gente y en la sociedad en general. En estos tiempos desesperados los gobernantes de este país han jugado su mejor carta, han puesto a un presidente negro en un país conocido por su racismo desde antes del Primer Día. Le han dado un nuevo cariz a un sistema podrido, que no obstante todavía es poderoso, despiadado y sumamente opresivo. Con esto, piensan canalizar las aspiraciones de la gente hacia un callejón sin salida, el que sirve al propio sistema que pulveriza a millones y miles de millones de personas semejantes. Ese es el cambio que representa Barack Obama.

Está lejos de estar decidido si tendrán éxito, es decir, que logren embaucar a la gente y la logre incorporar a una empresa opuesta a los intereses de la humanidad y a fin de cuentas a sus propios intereses fundamentales y mejores aspiraciones. Para que ellos lo logren depende de ti, y de los millones como tú, que sigan el plan, que sigan diciéndose a sí mismos y a otros, “darle un chance a Obama”. Si sigues en eso, la gente que maneja este sistema encontrará una vez más los medios para superar a fregadazos la crisis que tienen.

Pero SÍ HAY otro futuro posible, un futuro mucho mejor, que podemos alcanzar haciendo la revolución y siguiendo haciendo la revolución, hasta la abolición de todas las relaciones de explotación y todas las instituciones sociales e ideas que reflejen y fortalezcan esas relaciones.

A manera de conclusión, he aquí algo que señaló nuestro presidente, Bob Avakian, del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos:

A aquellos que dicen que tenemos que “darle un chance a Obama”, he aquí la pregunta: ¿un chance para hacer qué?

Obama no tiene ningún problema con este sistema que causa tanta miseria y opresión, muerte y destrucción, para tantas personas a través del mundo — anhela tomar su lugar como jefe de este sistema. El problema que él tiene es que este sistema está en una crisis seria y se enfrenta a toda clase de gruesos retos.

Para aquellos que en serio quieren un fin a la opresión, la injusticia y la guerra injusta, el problema que tenemos nosotros es este sistema. Nuestro reto es hacer la revolución para deshacernos de este sistema y emancipar a toda la humanidad de sus horrores.
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